Si bien Chile sigue inspirando a otros mercados de Latinoamérica en innovación, aún necesita trabajar en algunos aspectos.
Recientemente, se han dado a conocer los resultados de diversos rankings y estudios internacionales sobre innovación y competitividad. Si en algo coinciden la mayoría de ellos, es en el sitial de excelencia de Chile dentro de América Latina, como también en las oportunidades de desarrollo que aún ostenta en algunas materias asociadas.
Según el Índice de Competitividad, elaborado por el Foro Económico Mundial, nuestro país destaca por la fortaleza de su macroeconomía, subiendo un lugar en el listado mundial y consolidando su liderazgo en la Región, por sobre países como México y Uruguay. No obstante, nuestros puntos más débiles están dados por la capacidad de las empresas para tomar ideas disruptivas y lo que dice relación con la adopción de tecnologías de la información.
Por su parte, el Global Innovation Index 2018, estudio anual en que participa la OMPI, nos reconoce como mejor ecosistema de innovación de Latinoamérica, destacándonos como uno de las 50 mejores economías en cuanto a institucionalidad, generación de tecnología y conocimiento, y sofisticación de los negocios. Sin perjuicio de lo anterior, todavía la calificación es baja en inversión extranjera en I+D; capacidad de innovación, e investigación colaborativa entre el mundo académico y empresarial.
En ambos estudios, se miden las capacidades a nivel país, es decir, lo que tiene relación con las estructuras gubernamentales, la protección de la propiedad intelectual, el talento humano disponible, entre otros.
En tanto, en el caso del estudio “Perfil de Innovación en Empresas Latinoamericanas” de Transforme Consultores, lo que se evalúa es la gestión innovadora de las compañías. En el caso de Chile, si bien estamos bien posicionados en cuanto a innovar en lo macro, la muestra revela un conservadurismo y aversión al riesgo de parte de las empresas locales, lo cual merma las oportunidades de innovación al interior de las organizaciones