A partir de la pugna judicial entre dos empresas fabricantes de queso, se abrió el debate sobre el copyright en torno al sabor de los alimentos
Diariamente, escuchamos hablar de faltas a la normativa de derecho de autor en mundos tan disÃmiles como la música, la literatura y el cine. Pero, ¿qué pasa cuando entramos al terreno de los sentidos?
Recientemente, el Tribunal de justicia de la Unión Europea (TJUE) debió enfrentarse a esta disyuntiva y resolver una disputa legal que venÃa arrastrándose hace más de 10 años.
Todo se remonta a 2007, cuando un comerciante holandés creó un queso untable a base de crema y hierbas llamado “Heksenkaas†(o queso de las brujas), cuyos derechos de propiedad intelectual fueron cedidos posteriormente a una empresa llamada Levola. Siete años más tarde, su competidor Smilde, comienza a producir su queso “Witte Wievenkaas†(o queso de las mujeres sabias). Curiosamente, coincidÃan tanto los ingredientes como el sabor en ambas variedades.
Ambas compañÃas iniciaron un juicio para discernir si el sabor era o no una obra protegida por el derecho de autor y, por ende, si era posible registrarlo; después de mucho andar, la máxima autoridad judicial europea resolvió la no existencia de Copyright en el sabor de un alimento. ¿La razón? Una obra debe ser identificable con precisión y objetividad, lo que no resultarÃa factible en este caso por lo relativo que resulta la apreciación de sentidos como el olfato o el gusto. De acuerdo al reciente dictamen de los jueces europeos, la identificación de un sabor se basa en sensaciones y experiencias gustativas que son variables y subjetivas, dependiendo de la persona que degusta el producto en cuestión.
Por ahora al menos, esto es caso cerrado. Si a futuro el desarrollo tecnológico llegase a poder determinar objetivamente el sabor o gusto de un alimento, el desenlace de esta historia podrÃa cambiar.