La clase política nos recuerda todos los días que necesitamos innovar para alcanzar el éxito en el tejido empresarial y en el crecimiento de la economía. En el discurso del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, sobre el estado de la Unión el pasado día 13 de septiembre, una vez más se reforzó que la “nueva estrategia en materia de política industrial que hoy presentamos contribuirá para que nuestras industrias se mantengan o pasen a la vanguardia de la innovación, de la transición digital y de la descarbonización”
En este artículo intentaremos entender cuál es el estado de la situación en Portugal y cómo esa innovación se puede traducir en valor para las empresas y sugeriremos algunas recomendaciones para que el futuro global de nuestra economía sea bastante más positivo.
Según el último informe del “Global Innovation Index” publicado por Cornell SC Johnson College of Business, INSEAD y WIP, Portugal está en el 31º puesto del estudio efectuado en 127 países. Este informe clasifica la innovación de los países en relación a las siguientes siete dimensiones: 1) Instituciones; 2) Capital humano e investigación; 3) Infraestructuras; 4) Sofisticación del mercado; 5) Sofisticación del negocio; 6) Producción de conocimiento y tecnología; y 7) Producción creativa.
En comparación con el último año, Portugal ha bajado una posición pero más relevante que esta bajada es que Portugal ha sido retirado del grupo de los 17 países que fueron clasificados como “innovation achievers”, siendo reemplazado por la República Checa.
Los peores resultados de Portugal en comparación con 2016 son fruto de una inversión significativamente más débil en nuevas infraestructuras en comparación con el producto interior bruto anual, y de la sofisticación del negocio, fundamentalmente en la baja absorción del conocimiento. En este mismo informe se indica que los gastos en I+D aún no se han recuperado al nivel anterior a la crisis económica.
Sin querer atribuir una importancia particular a algunas dimensiones en detrimento de otras, destacamos el comportamiento del indicador de Producción de conocimiento y tecnología en el cual se nota claramente que nuestra producción de conocimiento está aún muy centrada en la producción de artículos científicos (clasificada en 12º lugar) en detrimento de la producción de pedidos de patentes (clasificada en 28º lugar) y de pedidos de patente internacional (clasificada en 34º lugar).
Esta baja clasificación en relación a la producción de patente en Portugal refleja un resultado muy débil en lo que respecta a los provechos de la Propiedad Intelectual en el porcentaje del total del mercado (0,1%). Sólo como término de comparación, estamos lejos del 0,4% de España o del 0,9% de Alemania y muy lejos del 3,8% de Suiza.
Los resultados de Portugal y de las empresas portuguesas no son brillantes pero tampoco decepcionantes. A pesar de ello, en un contexto global apreciamos que aún falta realizar un cambio cultural. Verificamos que, a pesar de que los gastos en I+D aún no se han recuperado, el nivel de producción de conocimiento no es nuestro peor factor, aunque deberemos desarrollar nuestra cultura en la producción de patentes con vista a la capitalización de la inversión en innovación bajo la forma de licencias eventuales a terceros o incluso en la venta de activos.
Según los números recientes del Instituto Nacional de la Propiedad Industrial, el número de solicitudes de patente en Portugal está, en julio, cayendo un 15% en comparación con el periodo homólogo en 2016, por lo que sugerimos que las políticas procedan en el sentido de conducir a las empresas a un nivel de inversión en I+D semejante al anterior a la crisis económica y a una eventual protección por patente de los resultados de esa misma I+D.
La economía de la innovación y su desarrollo es un asunto muy basto. En este artículo comprendemos que existen debilidades y fragilidades a nivel de infraestructuras en la sofisticación del negocio, en la inversión en I+D y en la cultura de la monetización de los resultados de esa innovación. Estos dos últimos factores son fundamentales para que las exportaciones de los productos y servicios innovadores permitan a Portugal distinguirse con ofertas de alto valor añadido entre sus iguales.