Todos hemos fantaseado alguna vez con la idea de crear algo genial para solucionar un problema personal o colectivo, pero ¿cómo sé si mi “invento” es efectivamente algo novedoso o si estoy replicando algo ya creado?
Afortunadamente, hay todo un protocolo para saberlo, pero primero es importante hacerse algunas preguntas elementales que nos dirán en qué dirección apunta el desarrollo de nuestra idea:
• ¿Esta solución es realmente un aporte novedoso? (porque si estás trabajando en un vara metálica que te permita sostener el teléfono móvil para tomar selfies a cierta distancia…Tenemos malas noticias para ti).
• ¿El “invento” que tenemos entre manos realmente requirió dedicación de nuestra parte a investigar, pensar y probar que proveerá una solución a un problema?
• Y si contestamos afirmativamente las dos preguntas anteriores, debe ser un sí también para la siguiente: ¿tiene algún uso práctico en la vida diaria de las personas o de las empresas?
En ese caso, tenemos una idea que podría convertirse en una invención que muy pronto podríamos estar patentando y explotando comercialmente.
Para asegurarnos de que nuestro invento se mantenga como una novedad hasta que seamos verdaderamente propietarios de ella debemos:
• Ser lo más discretos posibles con nuestra idea, no divulgarla, para evitar que alguien más se adelante a desarrollarla.
• Comprobar que no exista algo similar en otra parte del mundo. La primera aproximación es buscar en Google, y aunque esto no es para nada suficiente, nos puede dar una idea para saber si el trabajo va en la dirección correcta.
• Pedir asesoramiento para hacer una exploración más profesional. En Clarke nos ocupamos de ello haciendo una búsqueda especializada en las bases de datos de las oficinas de marcas y patentes en todo el mundo que nos permite determinar si la idea es en efecto novedosa, si ya existe, si el invento es susceptible de ser patentado o si es posible pedir más de una patente para el invento. Esto puede tomar desde un día hasta varias semanas.
Si el resultado de la búsqueda es feliz, y lo que alguna vez pensamos fue una idea novedosa además lo es a nivel global, y además es materializable y, por tanto, patentable…. ¡felicidades, tu invento sí es un invento! Pero se trata sólo del principio, ahora toca solicitar la patente para ser el propietario de este activo tan importante para tu futuro y poder comercializarlo en forma exclusiva y obtener ganancias de aquella idea original por la que tanto has trabajado. Y de eso hablaremos en una próxima oportunidad.
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