Como cada 26 de abril, hoy se celebra el Día Mundial de la Propiedad, una efeméride impulsada por la World Intellectual Property Organization (WIPO) que este año nos invita a reflexionar sobre uno de los grandes retos de nuestro tiempo: la sostenibilidad y el futuro del planeta.
Propiedad Industrial y sostenibilidad no han sido disciplinas que históricamente hayan seguido caminos convergentes. Así como la la Revolución Industrial supuso un enorme impulso para el desarrollo de legislaciones y normativa en materia de derechos de Propiedad Industrial en las naciones industrializadas, muchas de las innovaciones nacidas en este periodo generaron un indudable impacto negativo sobre el medioambiente.
Sin embargo, la experiencia más reciente nos ha demostrado que estos dos mundos puede llegar a complementarse de manera muy efectiva. La Propiedad Intelectual y la transferencia de tecnología sirven para proteger e impulsar la monetización de las tecnologías sostenibles, lo que indudablemente ha supuesto un estímulo para su desarrollo en la última década. De hecho, la Propiedad Industrial e Intelectual ha demostrado ser un gran aliado de la “economía verde”, aquella que apuesta por un modelo productivo que fomenta el bienestar humano, la igualdad social, la reducción de los riesgos medioambientales y la escasez ecológica.
El protagonismo de la economía verde ha aumentado de tal manera en los últimos años que las instituciones y expertos internacionales hablan ya de una “recuperación verde” en referencia al modelo de producción que podrían adoptar los Estados para paliar los efectos de la situación económica desatada por el coronavirus. Los ejes de este modelo de recuperación aprovecharían y maximizarían la innovación en materia de eficiencia energética, transporte y nuevos modelos de producción en el sector alimentación, entre otros.
En concreto, el Sistema de Patentes supone no sólo un incentivo para la generación de nuevas tecnologías sostenibles, sino que además permite el acceso a invenciones de interés público para el conjunto de la sociedad. Es por ello que países como Australia, Brasil, China, Israel, Japón o Corea del Sur han adoptado procedimientos para acelerar la concesión de green patents para aquellas tecnologías vinculadas al impulso de la sostenibilidad. Del mismo modo, organizaciones privadas han recurrido a modelos de innovación abierta basados en mecanismos de colaboración tecnológica para facilitar el acceso a tecnologías verdes.
Sin embargo, y como alertan desde la WIPO, todavía queda mucho trabajo por hacer en este campo. Si analizamos las solicitudes de patentes PCT relacionadas con energías ecológicas, observamos que, en 2019, el crecimiento de la innovación en tecnologías respetuosas con el medio ambiente fue de sólo un 1,3%, con 16.940 solicitudes. Aunque sin duda esta cifra aporta al crecimiento sostenido de los últimos años, el dato es sensiblemente inferior al máximo alcanzado en 2016 (17.880 solicitudes), y representa poco más del 6% del número total de solicitudes PCT presentadas durante todo el año 2019.
Esto ha llevado al Director general de la OMPI, Francis Gurry, a hacer un llamamiento a los Gobiernos e instituciones públicas y privadas para incrementar sus esfuerzos a la hora de impulsar una innovación sostenible. En palabras de Gurry, “el cambio climático tiene consecuencia de gran envergadura para todos nosotros y la innovación en los sectores de la tecnología ecológica será esencial para poder hacer frente a este desafío mundial”.
Estos datos, sumados a la situación actual, con una parte importante de la producción paralizada ante la pandemia mundial, nos invitan a realizar una profunda reflexión sobre la innovación que queremos seguir impulsando de cara a futuro. También, por qué no, sobre el mundo que, ahora más que nunca, podemos aprovechar para construir aprovechando el punto de inflexión en el que nos encontramos.