¿Cómo denominarían a un ser vivo creado por el hombre, utilizando células vivas de animal, al que se le dota de capacidad de movimiento y transporte? ¿Robot? ¿Máquina viviente? La mayoría han llamado a este fruto de la biología sintética Biobots y es el fruto de la investigación de científicos de las universidades norteamericana de Vermont y Tufts, que han logrado crear un organismo vivo a partir de células embrionarias de un tipo de rana africana, con funciones diseñadas por el hombre.
Estos xenorobots o biobots son las primeras máquinas completamente biológicas, diseñadas desde cero utilizando células del corazón capaces de contraerse y dotadas de movimiento y células de la piel que son más pasivas. Para ello, los científicos han necesitado la ayuda de un super ordenador y las funcionalidades que ofrece la Inteligencia Artificial para desarrollar un algoritmo evolutivo.
Los biobots ofrecen una ventaja, que no se multiplican, quedándose como están y disolviéndose en el transcurso de una semana. Esta capacidad permitiría en un futuro todavía lejano, aplicaciones en el campo de la medicina para la detección de tumores o la distribución inteligente de fármacos allá donde son necesarios o, en el campo medioambiental, para la descontaminación. En uno de los ensayos realizados, estos biobots se diseñaron con un agujero en el centro previendo su uso en el transporte de otro elemento como, por ejemplo, algún tipo de fármaco. El biobot cumplió con éxito su misión.
Todos sabemos que el campo de la biología sintética está todo por hacer y que ésta abre fronteras que no podemos ni siquiera imaginar. Esta investigación es considerada por los científicos como “un canal para diseñar organismos reconfigurables”, lo supone un nuevo enfoque en el futuro de la robótica y abre debates éticos en torno a la propia definición de la vida. Uno de los científicos implicados, el biólogo Michel Levin, cree que estos nuevos organismos pueden servir para entender las grandes reglas de la vida que hasta ahora han sido invisibles para el ser humano, como es el hecho de “cómo cooperan las células para construir cuerpos complejos y funcionales, cómo saben lo que tienen que construir y qué señales intercambian entre ellas”.
Sin lugar a dudas, existen muchos problemas en relación con la patentabilidad de los productos de biología sintética, ya que casi todas las partes se basan en un código de ADN expresivo (que indica el uso de derechos de autor) y, sin embargo, la mayoría de los dispositivos creados son funcionales (lo que indica el uso de una patente). Esta ambigüedad en patentar desarrollos de biología sintética es sorprendentemente similar a los problemas enfrentados en las últimas décadas por los desarrolladores de software. Al observar cómo los desarrolladores de software han manejado el problema de los derechos de autor / patentes abriremos un diálogo sobre cómo abordar la propiedad intelectual en biología sintética.
Al tratarse de un área con un pico de desarrollo relativamente reciente, es natural que los inventores, las instituciones y las empresas que trabajan en el desarrollo de lo que llamamos biobots o bioprinting (un proceso que nos permite crear «biobots») busquen proteger su propiedad intelectual de la mejor manera, pero ¿podrán hacerlo sin algunos obstáculos o desafíos con respecto a lo que es o no material patentable?
Por definición, un biobot está compuesto de células vivas y funcionales, típicamente células musculares (miocitos) orientadas y dispuestas a lo largo de una estructura (andamio) en la que hay una interacción entre ambas partes para dar lugar a un producto final funcional y capaz de moverse.
En el territorio europeo, la EPO no parece, en su estado actual, presentar ningún obstáculo para la protección de los biobots por patente, lo que está respaldado por la Regla 27(a) EPC que establece que «las invenciones biotecnológicas son también patentable cuando se refieren a material biológico aislado de su entorno natural o producido por medio de un proceso técnico, incluso si ha ocurrido previamente en la naturaleza» o por la Regla 29(2) EPC «Un elemento aislado del cuerpo humano o producido por medio de un proceso técnico, que incluye la secuencia o secuencia parcial de un gen, puede constituir una invención patentable, incluso si la estructura de ese elemento es idéntica a la de un elemento natural».
En cuanto a la protección de patentes en los EEUU, la USPTO no tiene una legislación con una definición tan clara como el EPC, y la Ley de Inventores de los Estados Unidos (AIA) solo establece que «no se debe otorgar ninguna patente sobre un asunto dirigido a un organismo humano o que implica un organismo humano» y que el objeto de una patente no puede ser «un producto de la naturaleza«, lo que deja cierta incertidumbre, a saber, con respecto a la definición de «organismo humano». Afortunadamente, la jurisprudencia sobre Diamond v. Chakrabarty (1980) y más tarde AMP v. Myriad (2013) ayudó a una nueva forma de evaluar si una invención cumple estos dos criterios, teniendo solo que satisfacer la siguiente doble prueba: a) ser un producto del ingenio humano y b) no ocurrir naturalmente.
Por otra parte, no está claro qué cultura llegará a gobernar la biología sintética. Un enfoque de código abierto junto con la caída de los costes de la síntesis de ADN, probablemente hará que el campo se abra a más y más actores. Un enfoque basado en propiedad intelectual hará que la biología sintética siga el camino de la biotecnología. Probablemente terminemos en algún punto intermedio: puede haber un ecosistema abierto de «partes», mientras que existen protecciones vía patente para invenciones más complejas, como las células utilizadas para producir un medicamento en particular. Como un artículo de Nature dice: «si los bloques de construcción de biología sintética se comparan con Lego, los ladrillos serían libres, pero un diseño para un cohete complejo hecho de cientos de piezas de Lego sería patentable«.