Desde hace años la industria poco a poco va tomando conciencia de la importancia de una buena gestión de sus activos intangibles, estableciendo políticas de protección y explotación de su Propiedad Industrial.
A través del registro de patentes las empresas adquieren una sólida posición en el mercado. Es el instrumento que otorga el derecho de impedir a otras empresas que utilicen comercialmente la invención patentada, reduciendo de este modo la incertidumbre, el riesgo y la competencia desleal. En definitiva, a través de la protección de la innovación mediante patente, se asegura un mayor rendimiento de las inversiones realizadas.
El sector biotecnológico y farmacéutico lleva ventaja en estos aspectos ya que tienen la lección bien aprendida desde hace décadas, con departamentos propios de propiedad industrial con gran peso en las compañías. Según los datos del año 2014 ofrecidos por la Oficina Europea de Patentes, aunque las patentes farmacéuticas cayeron un 5,4% con respecto al año anterior, sigue siendo uno de los sectores más activos en el registro.
Además, hay que remarcar que la caída se debe a que parte de su innovación en este ámbito se está centrando en la biotecnología, sector que no para de crecer, por lo que, si lo contamos de este modo, el sector farmacéutico sigue siendo muy dinámico, tal y como dijo Benoît Battistelli, presidente de la Oficina Europea de Patentes.
Cabe destacar que a pesar de estos datos, en España sigue siendo el sector farmacéutico el más puntero en número de patentes.
Uno de los principales motivos es que las actividades de I+D+i que deben afrontar estas empresas son muy costosas, y sin duda alguna, merecen ser compensadas. La I+D en una empresa farmacéutica es la base de negocio de este tipo de compañías. Durante el desarrollo de su investigación se genera gran cantidad de conocimiento y se van recopilando muchos datos químicos, farmacológicos y clínicos.
Así, el conocimiento es el activo más importante para una compañía basada en la I+D+i y los derechos de Propiedad Industrial son el mejor instrumento para proteger y poner en valor ese conocimiento.
Muchas de estas empresas basan su modelo de negocio en transferir este conocimiento plasmado en patentes a grandes empresas capaces de llevar a cabo los ensayos clínicos y llegar a tener un medicamento listo para ser vendido. Este negocio no es rentable si la empresa que investiga no plasma su conocimiento en forma de una patente, ya que en ningún caso podrá asegurar el grado de innovación de su desarrollo y menos aún la exclusividad de su explotación.
Así, aunque sea la necesidad de supervivencia el motivo que les lleve a proteger su I+D, quizás puedan servir de modelo a seguir por el resto de sectores para que podamos lograr unos desarrollos tecnológicos competitivos.