Para los fanáticos del fútbol, Rusia 2018 será recordada como el Mundial de la incertidumbre. A la ausencia y eliminación de grandes potencias globales, se suma el regreso en gloria y majestad de las calculadoras a la hora de evaluar opciones de avanzada de los favoritos.
Sin embargo, saliendo del área chica, la principal competencia del balompié, también será recordada como el “Mundial de las infracciones”.
A la demanda por 100 millones de dólares a la FIFA por parte de los creadores del spray evanescente utilizado por los árbitros en los partidos, ahora se suma un nuevo capítulo: la tecnología.
Y es que Rusia 2018 se ha transformado en la edición más pirateada. Facebook, aplicaciones de IPTV e incluso Periscope, son solo parte de las plataformas en las que los derechos de transmisión han sido vulnerados y que han permitido a millones de fanáticos seguir partido a partido esta competencia.
A pesar de la solicitud del ente regulador por rastrear y eliminar aquellos sitios que estarían ofreciendo streamings ilegales de los partidos, la solicitud fue rechazada por tratarse de sitios generales y porque en muchos casos se trataba de servicios legales pero visitados a través de conexiones por VPN, saltándose los bloqueos regionales.
Una realidad que en la actualidad pareciera no tener solución definitiva y que pone sobre la mesa el desafío de una mayor regulación y fiscalización de la red.