Para adquirir la propiedad de una marca comercial, es obligatoria la concesión de su registro por el INPI (Instituto Nacional de la Propiedad Industrial), asegurando a su propietario la protección y el uso exclusivo de esta marca en el territorio nacional.
Falsificación o actos de falsificación de marcas no es más que cualquier práctica ilícita que consiste en la falta de respeto al derecho de exclusividad del titular de determinada marca registrada en el INPI (Instituto Nacional de la Propiedad Industrial).
El asunto en cuestión es de suma importancia en un mundo globalizado, dada la creciente falsificación de marcas, su uso indebido, así como la hipo suficiencia de los consumidores de manera general, que se convierte en el objetivo de los productos falsificados, o que conducen a la confusión de la lealtad de las marcas.
Cabe señalar que en los casos en los cuales acontece la reproducción de la marca en un producto o servicio determinado, donde un tercero hace uso de un símbolo distintivo que tiene otra marca, el consumidor compra un objeto de consumo por error, convencido de comprar y adquirir un producto o servicio legítimo con la calidad y garantía del titular que tiene el derecho del uso exclusivo de la marca se fuera reproducida.
Este signo distintivo mencionado sirve como elemento identificador y diferenciador de productos y servicios siendo útil para el titular del registro, ya que tiene los derechos de exclusividad de determinada marca. Este se considera, todavía, fundamental para la sociedad en general, ya que permite al consumidor identificar antes de otras marcas.
En este punto, analizar e identificar los casos donde existe la práctica de la falsificación es necesario destacar el carácter distintivo de la marca que ha sido objeto de falsificación con el fin de darse cuenta de las similitudes entre la marca legítima y la falsificada.
Por tanto, se concluye que es indiscutible que la práctica de actos de falsificación de marcas y de competencia desleal generan numerosos daños al titular del registro y a la propia marca, a menudo causando daños que van más allá de la reducción del consumo del producto o servicio legítimo por el mercado. Así, estas prácticas pueden conducir a daños como la devalorización de la marca, frente al mundo empresarial y de los consumidores.